sábado, junio 24, 2006

Un Tema, Dos Temas, Tres Temas ...

Desde hace varios años, cuanta más ciencia ficción leo, más me convence la necesidad de que exista un tema que gire alrededor de cualquier escrito, por pequeño que sea.


Hace varios días, releí una historia corta de Ray Bradbury, “El Peatón”, que trata sobre la detención de un individuo por el simple hecho de andar de noche. Según nos cuenta el narrador en la historia, es una práctica prohibida en la sociedad del libro. Me pareció demoledor. No sólo por el hecho en sí mismo, que es una simple anécdota, sino por el contenido que va implícito en el mensaje. ¿Aceptaríamos una sociedad así? ¿Puede que esté pasando algo tan simple como esto en los días que corren?

Sin darme cuenta, me vino a la mente la imagen del pobre chico brasileño muerto por disparos a bocajarro en Londres, este verano. Me estremecí en aquel instante, quizás por la similitud o quizás porque me pareció ver una profecía cumplida, más allá de toda lógica, por un escritor cuya única visión era la palabra. ¿No estaremos más cerca de lo que creíamos a una realidad exasperadamente ilógica?

Este es un ejemplo evidente de la importancia del tema, especialmente, en los relatos cortos. También es otra prueba que demuestra que el tema suele estar ante nuestros ojos, no es algo irreal. Las historias, por ridículas que parezcan, cuando van acompañadas de un motivo que trasciende la anécdota y nos encaminan entre sus palabras hacia una idea o un concepto; en fin, destacan y sobresalen del resto. Porque el tema es atemporal, no está sujeto a la esclavitud del tiempo, sino que nos ha acompañado desde hace siglos. Como lo hace la simple idea del peatón caminando por una calle oscura, por el simple placer de caminar, y cuyo objetivo es hacernos recapacitar sobre la cantidad de estupideces que el hombre es capaz de hacer, en el pasado, en el presente o en el futuro. Al menos, esa es mi lectura del tema.

Existen muchos y variados temas que pueden surgir dentro de pequeñas historias, especialmente en aquellas que provienen de buenos escritores. Por desgracia, no es suficiente que el tema sea bueno, el ejemplo también debe serlo. Así de pronto recuerdo una historia de Quim Monzó que trataba sobre la autoestima de un hombre. Su mujer adoraba más a su pene que a él y eso, al marido, le generaba frustración. El autor propone una idea tan intensa e interesante, como explícita y violenta para trasladarnos a un ambiente obsceno donde incluso resulta fácil sentir empatía por el hombre. La misma historia, incluso en este caso, también nos propone una segunda lectura. La esclavitud del ser humano ante aquello que venera y que puede hacer daño a otros. Porque las historias, más a menudo de lo que creemos, responden ante varios temas. Especialmente las que están bien escritas.

Existen miles de temas y motivos que están ahí, esperando una nueva historia que los muestre al mundo. No es difícil encontrar alguno, por pequeño que sea; la importancia del amor sobre el dinero; el miedo al cambio y a la tecnología; el rechazo social de las personas ajenas; las consecuencias de un mundo mezquino y cruel … Sintámonos libres de usarlas y buscarlas. Pero debemos recordar que la anécdota también existe y debe ser narrada. Eso no es sólo una historia, sino un tema que se ha contado miles y millones de veces.

Fecha de redacción: 3 de diciembre de 2005

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