sábado, junio 24, 2006

Grandes Villanos IV Hannibal Lecter


Cuando el enemigo está en nuestro interior. Cuando ahogamos los lamentos y chillidos de una parte de nosotros mismos. Cuando nos afanamos en esconder a los demás, lo que puede haber en nuestro interior. Cuando no queremos mirarnos al espejo, por temor a reflejarnos en una verdad que no podemos tolerar.


Me resulta extremadamente complejo montar un hilo conductor sobre esta figura, así que aún a riesgo de parecer desordenado y algo caótico, hablaré de los distintos aspectos del personaje libremente.

Sé que Lecter no es exactamente un personaje de ciencia ficción, pero siempre tuve la impresión de que hubiera sido un personaje excelente para una historia ambientada en el futuro, donde se supone que la humanidad sería mucho más avanzada y debiera haber podido dejar más atrás sus instintos más básicos. Admito, de todas formas, que los libros de Harris, al tener un marco de tiempo más cercano a nuestra época, confieren muchísima más fuerza y realismo al personaje.

De entre todos los males que nos azotan cuando vemos a Lecter es su antropofagia reconocida. Observamos claramente que es una desviación, un descarrilamiento de la persona, pero lejos de avergonzarse, el personaje lo convierte en su forma de vida. Hace de su enfermedad, una exaltación personal y una virtud. Para Lecter, la línea entre el bien y el mal, lo correcto y lo incorrecto no es que resulte borrosa, sencillamente la ha cambiado de lugar. Ha construido su propia ética y un sistema de valores a su medida.

El segundo rasgo que define a este personaje y que, de forma natural nos estremece, es su inteligencia. Brutalidad y sabiduría son un binomio que roza la aberración, poco dado a encuentros positivos; y así es como Lecter aparece ante el espectador. Y cuidado … que no me estoy refiriendo a sus formas siempre educadas y cultas; sino a su inteligencia – la que le ayuda a escapar de la prisión, mezclado con sus largos años dedicados a la investigación de la mente humana. Lecter se manifiesta como alguien amenazador porque, a diferencia de los trastornos de personalidad, él no posee tales limitaciones. Lecter es Jekyll y Hyde a la vez, un ente único que toma lo que desea y lo incorpora a una única personalidad. Hace de sus depravación una faceta más de su psique. Matar no supone un problema, aunque deba existir un motivo: la supervivencia o incluso la diversión.

¿Es consciente Lecter de su propia locura? Creo que no hay duda. Lo es, aunque no le llama por su nombre. Sabe que lo que hace está mal, pero no dentro de su escala moral. ¿Alguien cree que he dicho una tontería? Podemos ver la misma doble moral de Lecter hoy en cualquier país en el que convivan diferentes culturas y aún menos. La pena de muerte o la ablación son manifestaciones donde se sitúa nuestra propia escala moral. Para algunos, matar a un asesino puede significar justicia, para otros no. A un nivel distinto, el personaje de Harris es el reflejo de una postura personal (ciertamente ilegal, no lo discuto). Por tanto, hay mucho de nosotros mismos en la intrincada y maléfica personalidad de un asesino como Lecter.

Otro de los rasgos distintivos que hay en el personaje es su galopante sentimiento de superioridad. ¿Cómo justifica el creador del personaje que llegue hasta tal extremo? Partiendo de su inteligencia, hasta llegar al hastío dentro de su profesión. Opino (esto es una idea personal) que Lecter debió sentirse amargado en su profesión y, en vez de huir, construyó su propia coraza hasta que ésta le dotó de una escala de valores personal. No fue algo espontáneo, sino una desviación que debió durar años; por eso el personaje sale como alguien adulto que ronda ya los cincuenta. No podía ser de otro modo. Lecter es devorado por su profesión donde ve lo peor de la vida humana. No huye de ese encuentro, pero algo se le contagia y lo asimila. Algo que acaba aflorando en forma de asesino en serie con instintos antropofágicos. El monstruo que crece en él no es el fruto de la amargura, ni del desengaño. Lecter sigue siendo el mismo, pero más enfermo y, por supuesto, más demente.

Dentro de su personalidad, coexisten dos rasgos que provocan perplejidad. El primero es su sentido de la estética y su amor por el arte. Esta cualidad es sólo atribuible a aquellas personas con formación y alma de poeta. No nos escandalicemos, pero Lecter ve arte en su obra, tanto en la pintura como en el canibalismo. ¿Cuál es el tono burlón que mejor usa un poeta? La ironía. Lecter lo es y ejerce esa cualidad consigo mismo y con los demás. Lo hace cuando da de comer carne humana a sus invitados y también cuando hace volver loco al director del centro penitenciario y al FBI.

Lo peor de Lecter, lo que más nos asusta es que no es el fruto de un matrimonio destrozado, ni de un niño con problemas de abusos. No hay a quien echarle la culpa. Aterra comprender que puede convivir un monstruo entre nosotros y que se ha gestado por que sí, sin causa aparente. Puede ayudar a una ancianita a cruzar la calle, de la misma forma que puede matarla. Siguiendo la misma escala de valores en la que cree, fruto de sus experiencias, de su inteligencia y de sus motivaciones personales.

En resumen, Lecter simboliza la maldad que puede provenir de lo más profundo de nuestra personalidad. La peor de todas, aquella maldad que disfraza su esencia y deja de serlo ante nuestros ojos; para ser sólo visible por los demás. No por ello menos cruel, ni menos despiadada. La depravación de la inteligencia; la que demuestra que también la maldad, como la bondad y el odio, es algo que no conoce castas sociales ni prejuicios, sino que puede ser algo tan universal como el amor.

No hay comentarios: