sábado, junio 24, 2006

Grandes Villanos III Alien

HR Giger creó en 1978 un extraterrestre abominable y agresivo para la película “Alien”. Tenía formas redondeadas y un aspecto gigantesco.

Rápidamente, esta criatura tomó el protagonismo de la película y supuso el eje de tres secuelas más.

Resulta innegable que la creación de Giger es una de las más prolíficas y extraordinarias del género de ciencia ficción. El hecho de estar moldeada a finales de los años ochenta, no hace sino dotarla de mayor encanto, romanticismo y valor. Opino que, con los métodos actuales de animación y tecnología, difícilmente podrían mejorar la fuerza que transmite en la pantalla. Recientemente, he observado con cierta incredulidad como los productores supeditan un proyecto a los efectos visuales, sin llegar a considerar la carga dramática o emocional que es, la que en el fondo, nos conmueve y nos apasiona a la mayoría de espectadores. El proyecto de Giger logra los dos puntos, tanto carga emocional – ayudado por un buen director y un proyecto – como un aspecto visual digno.

Alien posee cierta reminiscencia humana y, además, cierto aspecto de insecto que resulta temible. El autor logra dotar a la criatura de una imagen que, a diferencia de todo lo visto previamente, se aleja de la estética humana para centrarse más en la apariencia insectívora. James Cameron, que dirigiría la secuela varios años más tarde, insistió en evitar que en su película los Alien anduvieran por ninguna de las escenas, ya que el recuerdo de lo humano reduciría la tensión y el miedo a la bestia. Porque, ciertamente, Alien es una bestia inmensa, rápida, atroz y posee algo muy propio de los villanos, no tener remordimientos al actuar. Su comportamiento, enmarcado dentro la ciencia ficción, es tan lógico y coherente como el de cualquier animal salvaje, aunque potenciado por la ferocidad y la agresividad.

Para empezar a entender la importancia del personaje, debemos estudiar la primera película. Con toda seguridad, si ésta hubiera fracasado por el motivo que fuere, Alien se hubiera hundido detrás. Así que, en cierta medida, no podemos olvidar que hay bastante mérito en todo lo que rodea a la bestia, más allá del genio su creador. Además, en la película original, el monstruo de forma grande, apenas aparece en pantalla y Ridley Scott juega con el espectador al escondite para generar una tensión que, para la época, resultaba poco menos que inconcebible. Puede que últimamente nos hayamos vacunado contra este tipo de escenas en las que esperas y esperas a que suceda algo y sólo sucede cuando no te lo esperas, pero en 1977 eso no era lo más habitual. Se habían hecho muchas y diferentes películas de tensión, pero Alien fue probablemente de las mejores. Se sabe que en la escena en que Harry Dean Stanton buscaba al gato, más de un espectador abandonó la sala agotado. Todo ese mérito no es de Giger, sino del director.

El binomio película/monstruo es indivisible y casi simbiótico. La película hace interesante al Alien y éste, a su vez, hace que la saga sea inolvidable, especialmente en las dos primeras películas (Scott y Cameron). La escena en que le explota el pecho al personaje de John Hurt pasará a la historia como una de las más espeluznantes y atrevidas de la historia del cine, no sólo por su naturalidad (los actores no sabían con exactitud qué sucedería) sino por el punto de inflexión que crea; hay un antes y un después de escena dentro del film construyendo el clímax y preparando al espectador para enfrentarse al Alien.

Luego, hay varios detalles que hacen de esta criatura un villano terrible y peligroso. El hecho de que su sangre sea ácido es algo que juega perfectamente con el subconsciente humano. Muchas personas tienen miedo del fuego y da angustia ver como alguien es quemado. No basta con matar a la bestia, porque en un mal golpe, su sangre te puede abrasar. Tenemos un insecto, ágil y fuerte, cuya sangre resulta abrasadora y que ve a los humanos como una simple fuente de alimento. Otro de los grandes aciertos de Alien es que, en ningún momento, se nos plantea el origen de esta criatura. Siempre nos hicieron creer que exisitiría en la Naturaleza como tantos millones de especies más, sin necesidad de explicar su génesis. No es el fruto de un experimento de laboratorio, ni nada parecido; lo que le confiere un toque divino o maligno, dependiendo de cada uno. Hay quien pudiera verle como el éxito de la evolución; otros tan solo como el ejemplo de un demonio más que ha creado la humanidad.

Así es. Mi fascinación por Alien – que no es mucha, lo confieso – proviene de esa reminiscencia diabólica que emana de su apariencia demoníaca. Cuando me imagino al diablo, veo más a Alien que a un señor con cuernos en la cabeza y vestido de rojo. Le imagino mirándome, como el diseño de Giger, sin ojos. Solamente una boca babeante de ácido que puede devorarte sin remordimientos, sin importarle quién seas.

Alien es el prototipo de enemigo simple y mortal, contra el que estás siempre en inferioridad si te enfrentas a él, de ahí el mérito de derrotarlo. Muchos pueden creer que tampoco es para tanto, pero recordemos que se han hecho cinco películas y todas ellas de alto presupuesto. Pocas bestias han sido tan explotadas y han aportado tanto a la ciencia ficción al mismo tiempo. Pensemos que, todavía hoy, cuando alguien quiere plantear un relato en el que aparece un extraterrestre agresivo, siente la sombra de Alien en el cogote y no puede deshacerse del referente. Por algo será.

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