sábado, junio 24, 2006

Mi Gusto por Expediente X

Supongo que cada cuál que se haya interesado por la serie Expediente X, habrá tenido motivos tan personales, como íntimos. En este artículo pretendo hacer una pequeña exposición de cuáles fueron los míos.


Cuando la serie llegó de la mano de Telecinco hace ya quince años, ¡¿Quién nos lo iba a decir?! No mostré demasiado entusiasmo por verla. Recuerdo que yo estudiaba bachillerato en aquella época, probablemente, ya estaba terminando. Mis días transcurrían como una carrera de obstáculos, de asignatura en asignatura y de examen en examen. Estudiaba por la tarde y las clases no terminaban hasta casi las nueve y media, lo que prolongaba mi regreso a casa, hasta pasadas las diez. En aquella época, yo no disponía de televisión privada en mi cuarto; debía compartirla en el comedor de casa. No hará falta decirlo, pero a mis padres nunca les gustó la serie, así que mi primer episodio llegó al final de la segunda temporada.

Un día, por azar, empecé a seguir un capítulo. Recuerdo perfectamente cuál era, ‘#2x23 Luz Difusa’ y, seguidamente, pasaron el ‘#2x24 Nuestra Ciudad’. Fue una experiencia única e irrepetible. Desde aquel día, no pude dejar de verla. No tuve acceso a la televisión grande, en el comedor, así que me apoderé de la pequeño receptor en la habitación de mis padres cada martes por la noche. Creo recordar que vi muchísimos episodios, hasta casi la séptima temporada como un seguidor fiel. Me aferraba a la pequeña pantalla, nunca mejor dicho, con ganas de ver televisión.

¿Qué tenía la serie de especial? Aunque pueda parecer una tontería, nunca llegó a asustarme. Me refiero a escenas de tensión que pillan desprevenido al espectador y le sobresaltan. Mis amigos saben que odio eso. Y, aún sin existir esas escenas, más de una y más de dos escenas por episodio me sobrecogían. No era un temor físico, sino un terror psicológico, que azotaba a mi mente y a mi espíritu, no a mi cuerpo. Fue cuando empecé a aficionarme al cine, porque comprendí que el miedo no sólo existe en una película de horror; puede existir en la mente, tanto o más embriagador que el físico. Mi pasión por la serie continuó y, cuando pasaron el episodio ‘#3x04 El Descanso Final de Clyde Bruckman’ supe que no dejaría de verla,. Así lo hice, hasta que, con devaneos incluidos de la cadena de televisión privada, Telecinco emitió el último episodio.

No resulta fácil ser seguidor de la serie. No sólo por culpa de las cadenas de televisión, sino también por culpa de los episodios que forman parte de la mitología de la serie (mytharc, episodios sobre extraterrestres). Sus constantes giros y capciosos argumentos dificultan la comprensión, si no repasas constantemente y tienes algunos conceptos claros. Era en aquellos instantes, cuando recordaba los grandes momentos de la segunda y tercera temporada, repleta de terror psicológico e inteligencia emocional. No hubiera aguantado de otro modo.

Porque realmente, muchos de los episodios que no tratan sobre abducciones consiguen sacar a relucir lo mejor de la serie. Se montan como historias cortas que establecen una química, no sólo entre los personajes, sino también con el espectador. Los gestos y miradas de los actores, conforme avanzan las temporadas, resultan más y más fáciles de entender; mientras que muchas de las historias se vuelven más indescifrables y torpes. Ciertamente, los episodios iniciales, hasta la quinta temporada aproximadamente, desean mostrar algo más que sólo una historia de miedo.

Sospecho que es en el conjunto, y no en las partes; donde la serie consigue dar lo mejor de sí misma. Un buen inicio y un desarrollo loable y bien estructurado. Salpicado de episodios fantásticos, pero que te hacen siempre pensar. Con el tiempo, llegó lo inevitable cuando Carter, el creador, no permitió crecer a sus personajes maduraran como es debido, y lo que es peor, dejó crecer demasiado la historia hasta un punto que ya no pudo controlarla y se les fue de las manos. Me refiero, claro está, a la octava y novena temporada.

Me gusta la serie porque, en el fondo, estaba condenada al fracaso. Y no me refiero al fracaso de las audiencias, sino al fracaso de los personajes. Siempre se nos dejó claro que Mulder o Scully jamás lograrían demostrar nada. Y tanto fue así, que desarrollamos todos una cierta empatía por aquel larguirucho investigador, fiel a la verdad, inteligente y, también, un fracasado. Porque supongo que el fracaso siempre resulta mucho más atractivo que la derrota y a pocos nos interesa escuchar la historia de un ganador. A mí, los tipos con suerte y felices, pues me dan rabia. Lástima que Carter no reflejara tampoco el destino de Mulder en el transcurso de la serie.

Finalmente, me atrajo mucho la relación entre ambos protagonistas. Se decía por entonces que la inteligencia también era sexy. ¡Cuánta verdad! Porque ya no se trataba de aquella relación tan típica y mascada de las series, en la que los protagonistas trabajan para Juno, con dos caras; odiándose y amándose a la vez. Estos dos personajes sentían un profundo respeto hacia el otro y nunca dieron señales de querer cruzar esa línea. Pero el mundo no se basa en el respeto amigable de las personas, de ser así muchos de nosotros no existiríamos. Carter fue dando pistas de que ambos sentían mucho más. Nunca he criticado ese punto, sobretodo, porque la tensión sexual no explotaba en la pantalla. Sólo eran simples guiños al espectador, mientras su amistad se afianzaba. ¿Qué sucede cuándo tu mejor amigo es del sexo opuesto? En la mayoría de casos, salvo excepciones, las otras relaciones no terminan de funcionar tan bien. Pero eso es otra historia, y será contada en otra ocasión.


Lista de Episodios mencionados en este artículo:
#2x23 Luz Difusa

Fecha de redacción: 05/10/2005

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