sábado, junio 24, 2006

Dos Personajes y un Destino

“- Humm … - dijo el viejo inspeccionando el volumen por todos los costados, como si fuese un objeto extraño-. Es un libro importante, pero muy aburrido.
El muchacho se quedó sorprendido. El viejo sabía leer, y además ya había leído aquel libro. Y si era aburrido, como él decía, aún tendría tiempo de cambiarlo por otro.
- Es un libro que habla de lo que hablan casi todos los libros – continuó el viejo-. De la incapacidad que las personas tienen para escoger su propio destino. Y termina haciendo que todo el mundo crea la mayor mentira del mundo.
- ¿Cuál es la mayor mentira del mundo? – indagó, sorprendido, el muchacho.
- Es ésta: en un determinado momento de nuestra existencia, perdemos el control de nuestras vidas, y éstas pasan a ser gobernadas por el destino. Ésta es la mayor mentira del mundo.”

( El Alquimista. Paulo Coelho)


Hace unos días me encontré con este relato leyendo el libro de Paulo Coelho y me estremeció, no sólo lo acertado de la frase, sino también su universalidad y sencillez. Empecé a pensar muy seriamente si todo cuanto más admiro ya sea en literatura o en cine, podía llegar a coincidir con ese planteamiento tan acertado y fatalista a la vez. Tuve que admitir que así era.

Medio absorto y boquiabierto dejé de leer durante unos cinco minutos para recapitular, para hacerme una idea de la magnitud y el alcance de esa frase. En aquel momento, me desplazaba en tren a mi lugar de trabajo y miré por la ventanilla. Pocos libros este año, - este es el tercero, - han logrado que interrumpa mi lectura y dedique un tiempo a pensar seriamente sobre una frase o una escena. Así que, mientras veía como los distintos paisajes se cedían al paso imperturbable del tren, mi mente hervía con ejemplos y se desplazaba a una velocidad de vértigo.

¿Realmente puede ser tan simple? El alquimista del libro revela un secreto que, a mi gusto, tiene tanto o más valor que la piedra filosofal. ¿Quién sabe? Tal vez la piedra filosofal sea una simple metáfora; distinta para cada uno. Algo que consigue abrir las puertas a un plano de entendimiento superior o un nivel distinto de conocimiento. Esas frases, en aquel momento, me revelaron la importancia del destino en una obra literario. ¿Cuántos libros tratan de la incapacidad del ser humano para elegir su destino? ¿Cuántos en mi biblioteca?

El viejo alquimista de Coelho, bajo mi punto de vista, se limita distinguir entre dos tipos de héroes. Los primeros son aquellos que consiguen superar su destino, sus propias limitaciones y llegar hacia el lugar que ellos mismos se han fijado. El segundo grupo englobaría a todos que se ven superados o que son incapaces de superar las limitaciones que les vienen impuestas y, como no puede ser de otra forma, sucumben.

La frase puede tomarse desde dos puntos de vista distintos y, ambos sentidos constituyen el reflejo de una forma de vida y también de una forma de ser. El Viejo del libro nos señala que todos podemos superar al destino que nos ha sido impuesto. No asegura que esa habilidad no forma parte exclusivamente de los héroes, sino también del resto de los mortales. Todos, en definitiva, estamos por encima de nuestras limitaciones, ya sean reales o imaginarias. También nos señala que siempre podemos elegir, que la decisión está a nuestro alcance y que, aunque nos cueste creerlo, podemos superar a la adversidad, sin que ésta nos supere a nosotros. Ante esta perspectiva, comprenderá el lector que imagine dos puntos de vista o dos actitudes: creer o no creer en tales afirmaciones.

¿Acaso podemos superar todas nuestras adversidades? Y digo adversidades porque, para mí, el destino que nos plantea el viejo es un obstáculo que se debe superar. Para el alquimista, quienes no superan esa limitación parecen pertenecer al grupo de los repudiados o, dicho de otra forma, al pelotón de los torpes. Me extrañó a primera vista que el personaje despreciara el viaje, el “pathos” del protagonista que fracasa. Luego me di cuenta que no lo hace por acción, sino por omisión. En el texto, se venera al héroe y su lucha; se ensalza el valor del triunfo sobre el destino. La mayoría de libros, que tratan de personajes que sucumben ante el destino, - en la frase del libro de Coelho - resultan menospreciados y humillados por influir negativamente en la sociedad. Entonces, yo me pregunto ¿Qué hay de la lucha? ¿Acaso la lucha no es tanto o más importante que el resultado?

Existen grandes personajes de la literatura y gente real que han sucumbido, que han sido derrotados por su destino y que no han sido capaces de superar su adversidad. Destinos más nobles y prosaicos, pero todos al fin y al cabo, un reflejo de la lucha del hombre y de la mujer ante la fatalidad. La lucha no debe menospreciarse porque, aunque creamos que el ser humano puede elegir su destino, el nivel de exigencia o la dificultad no es la misma por igual a todos y, desde luego, tampoco tiene por qué ser justa. Tal vez un cristiano nos diría que su dios aprieta, pero no ahoga. ¡Quien sabe!

Así que pasé de sentirme eufórico por haber leído un pasaje sorprendente, a notar un cierto desprecio por el personaje del viejo alquimista de la novela y también algo de indignación. Lo hice no porque no creyera que, en el fondo, tuviera gran parte de razón sino por el desprecio o indiferencia de la lucha. Y ya que estamos en un blog de ciencia de ficción, mientras escribo y releo este artículo me ha venido a la mente la imagen del monstruo de Frankenstein. El monstruo es incapaz de llegar hasta donde le gustaría y, en cierto modo, fracasa en su intento de volver a ser humano, de sentirse querido, de experimentar el amor. Su destino es abrumador, pero lo bello del monstruo no está en el resultado, sino en su lucha. No podemos medir los resultados que obtiene por el rasero del éxito o el fracaso. Su lucha me parece tan bella o más que un posible triunfo y, desde luego, su fracaso no convierte al libro o a la idea en el grupo de las mayores mentiras.

Tal vez lo bello no está en ser el mejor, en triunfar. El destino no puede reducirse a un conjunto de decisiones o elecciones. Nuestras ansias y nuestros deseos son, en definitiva, algo por lo que luchar y superarnos. Lo importante, creo, es la lucha y eso es algo que la buena literatura y el buen cine están hartos de mostrarnos.

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