miércoles, marzo 14, 2007

Releyendo a Ender


Estos días estoy releyendo la novela "El Juego de Ender", más por curiosidad que por placer, ya que, de tiempo precisamente, no ando sobrado.

El otro día me enteré de que preparaban un película y que Orson Scott estaba participando de manera activa en el guión. Teniendo en cuenta que rara vez los escritores intervienen en los proyectos que plasman sus libros a la gran pantalla y que, cuando esto sucede, el resultado suele salirse de la habitual decepción; me motivó para hacer un esfuerzo y acercarme a la novela. No la leía desde hacía por lo menos doce o quince años.

Sólo quería hacer dos reflexiones muy breves. La primera gira alrededor de la curiosidad de ver el resultado. Me considero escéptico de que logren un producto decente. De hecho, siempre he creído en que mezclar los géneros no resulta buena idea y sospecho que Scott tampoco lo va a lograr. Me da que intentarán mezclar el primer libro con las sagas posteriores de Ender y crear un "batiburrillo" de ideas con cierto sabor comercial, algo alejado de la trama psicológica de "El Juego de Ender" inicial, que es más complicado de trasladar a la pantalla. En cualquier caso, que nadie piense que se trata de una crítica. Mientras el producto sea decente y tenga cierta calidad, me inclino por no mezclar los conceptos. Un tema es el libro y otra muy distinta será la película. De esta forma, la indignación siempre se calma un poco y puedes disfrutar de ambos, del libro y la película. Mi última esperanza es que el escritor haya apostado por ofrecer un toque distinto que complemente sus libros de tal forma, que parezca algo novedoso.

En segundo lugar, me he dado cuenta de que el libro me produce hoy la sensación de que esté escrito para un público mucho más infantil. Quizás no me lo pareciera años atrás cuando lo leí por primera vez y es que el tiempo no pasa en valde. La vida sigue; ha llovido mucho y mi perspectiva de la historia resulta algo distinta. Me siguie pareciendo un buen libro, pero un libro que recomendaría a uno de mis sobrinos. Años atrás llegué a decir "Pero no has leído el juego de Ender" ... hoy, no obstante, diría "De joven leí el juego de Ender y me encantó. Gracias a esto y algún que otro libro, me apasiona la ciencia-ficción".

Vivir para ver y es que la Ciencia Ficción, tampoco es lo que era hace quince años. El libro se me antoja más violento que entonces, incluso carente de cierta compasión humana. Seguro que yo tampoco soy el mismo que era hace quince años.

domingo, marzo 11, 2007

Heroes. El Factor Humano.

Raras veces una serie de ciencia ficción me ha sorprendido tanto como “heroes” que se emite actualmente en Estados Unidos y en España a través del canal SciFi. No hay duda que la televisión está reivindicando, capítulo a capítulo, una nueva forma de entender el culebrón en el siglo veintiuno, mucho más inteligente, aunque se sustente en las mismas bases. Que tenga en cuenta el lector que no voy a desvelar nada de la trama y que este pequeño comentario sirve tanto para aquellos que han visto la serie, como los que no.


No hay duda que el ritmo de Heroes resulta espectacular una vez se ha establecido la dinámica entre los distintos personajes y sus complejas y muy casuales relaciones. Cuando me refiero a casuales, lo hago en el sentido de casualidad, entendido como azar y coincidencia. Porque si hay algo que me ha sorprendido gratamente es lo bien que han hilvanado los distintos guiones y tramas para construir una historia que supera a la anécdota de cada personaje. Me ha dado la sensación, por primera vez en mucho tiempo dentro de una serie, que el guionista escribe un capítulo teniendo en cuenta algo sobre los personajes que, si bien el espectador tal vez no ha visto, el creador de la serie conoce perfectamente y mostrará más adelante. Partiendo de todas estas ideas, las reacciones y posiciones de los personajes resultan mucho más verosímiles y entendemos que las historias sirven a un propósito mayor. Cierto es que todavía estamos en la primera temporada y hay tiempo de sobra para que al creador le urja montar un pirueta argumental por culpa de los actores, el presupuesto etcétera.


Me inclino a pensar que Heroes morirá de éxito por dos motivos. Primero porque cuanto más amplio es el espectro de la audiencia, más difícil resulta tenerlos satisfechos. Sospecho que esta serie puede agradar tanto a seguidores de cómic, fancines etc. como a espectadores de ficción más “culta” o menos histriónica. El abanico es bastante amplio, por lo que he observado y leído al respecto, así que tarde o temprano los guionistas cansarán a alguna de las tipologías de espectador. En segundo lugar, porque pierda la ingenuidad y frescura, algo que también ha podio atraer a gran parte del público. No es menos cierto que sucede muy a menudo y que este riesgo es algo común para todas las series que obtienen un amplio nivel de audiencia, pero Heroes dispone de la habilidad de comedir mucho el uso de la magia y lo fantástico. Lo que hay funcionado hasta el momento, puede que no funcione durante la tercera temporada. Especialmente cuando hayan pasado tantos personajes ante los ojos del espectador, cada uno con su poder y sus circunstancias.


Hace tiempo leí que cualquier historia de ficción debía disponer de un elemento mágico, un chispazo, algo que atrajera y que fuese crucial para enamorar al espectador o al lector. Pongamos algún ejemplo: En Harry Potter es el hecho de la magia en sí. En la trilogía del Señor de los Anillos es, quizás, ese diminuto anillo que envuelve un mundo de tipo medieval. En la Guerra de las Galaxias es la magia y el poder de los Jedi. En Star Trek es todo el concepto de moralidad y responsabilidad ante lo que nos es diferente. No tiene por qué ser un objeto, puede ser una filosofía o una cualidad del protagonista. En el caso de Heroes, sospecho que ese hecho diferencial son las habilidades en sí de cada uno de los agraciados y como las usan. Además, lo hacen de forma tan comedida que el espectador puede sentir la tensión, las ganas que tiene el personaje de usar su poder y también sus temores. Características, por cierto, muy realistas y humanas. A veces he pensado que, de haber adquirido cualquiera de esas habilidades, yo mismo me sentiría como el personaje: atormentado e ilusionado a la vez. Cualquier cambio que sufres, por ejemplo que te salga un grano en la punta de la nariz o algo más discreto, como una mancha en la piel de la espalda, nos genera confusión y cierto malestar. En cierta medida, Heroes plantea esas situaciones y las entrelaza de forma envidiable.


Otra de las grandes cualidades de la serie es el amplio abanico de personajes que aparecen. Soy consciente que, en parte, me contradigo con lo que he dicho anteriormente. Creo que el amplio abanico de personajes puede ser a la larga perjudicial, pero a corto plazo – en este momento mientras escribo yo he visto hasta el capítulo 18 de la primera temporada – genera una sensación agradable de riqueza. La mayoría de personajes son gente corriente; podríamos ser cualquiera de ellos. Así que resulta fácil que todos mostremos simpatía por algunos y otros nos sean más indiferentes. Puede también que aborrezcamos a alguno de ellos. El constante reguero de personajes y actores, cada uno con sus historias y sus problemas, aunque unidos por un finísimo hilo argumental, se entrelaza perfectamente con la tensión de la historia, acelerando y aminorando también el ritmo.


Finalmente, sólo quisiera decir que Heroes es un culebrón, puro y duro, sazonado con un guión más o menos inteligente y cierta verosimilitud en el aspecto más dramático. Pero un culebrón al fin y al cabo; tanto para lo bueno – las ganas de ver el siguiente episodio, - como para lo malo – la sensación de que los guionistas nos están manipulando. Tal vez, esa sea en parte la gracia de la televisión, la de saber que nos están dando una dosis de algo que nos dolerá cuando termine el episodio que estamos viendo.



jueves, febrero 08, 2007

Más Allá del Pijama

¿Para qué sirve la ciencia ficción? Esta es una de las preguntas que, tarde o temprano, nos sobreviene a todos aquellos que hemos leído o leemos habitualmente este tipo de género y, quizás, en menos ocasiones a quienes disfrutan de las películas que el género ha producido. Tal vez sea porque en el mundo del séptimo arte conviven demasiados intereses contrapuestos, mientras unos desean ver una película que excite la mente y les transporte lejos de la realidad, muchos espectadores sólo desean pasar un buen rato y que les entretengan durante hora y media.

Contestando a la pregunta, ahora sí, hace tiempo llegué a la conclusión de que la ciencia ficción no sirve para mucho. Resulta agotador tener que justificarte una y otra vez delante de gente, que a veces conoces y a veces no, en la importancia que tú crees o consideras que la ciencia ficción tiene, ya bien sea en el género literario como en el cinematográfico. Tantas veces me he visto a mí mismo recitando la misma canción en cenas de restaurantes y en bares, que he pensado que sería interesante hacer una recopilación de “mis mejores momentos” y publicarlos en Internet.


Hay muchas personas, amantes de la literatura o el cine, que siempre han arrojado gustos maniqueos por el arte. Aunque lo que verdaderamente demuestran es tener una visión estrecha, egocéntrica y limitada de la vida, no se puede negar que tienen adeptos que no se atreven a cuestionarles. Cuantas veces no hemos pensado que, si éste u otro crítico opina así de cierta película, debe ser verdad. A menudo, ni siquiera nos molestamos en intentar ver algunas películas porque han tenido mala crítica o, al contrario, vamos a verla porque todo el mundo opina que es genial y merece nuestro tiempo. El mercado está montado de esta forma: ves o no vayas; lee o no leas. Algo similar sucede cuando entramos a valorar los distintos géneros, ya sean literarios o cinematográficos. Sucede algo parecido cuando alguien afirma que una comida no le gusta sin haberla probado, simplemente por el olor. Esto huele a ciencia ficción, así que no me interesa. Con esto no insinúo que yo no lo haga, al contrario. Admito mi debilidad y nunca la he escondido detrás de remilgadas excusas.

¿Podemos aprender algo de una serie de televisión en la que aparecen unos señores vestidos en pijamas situados en decorados de plástico y porexpan? Opino que, aunque la pregunta suena ridícula tal y como la formulo, sí es posible. Centrarnos en el vestido de los actores para emitir un juicio de valor, sería igual de sacrílego que afirmar que una escena romántica es mala porque la protagonista viste un jersey de cuello alto. Igual de ridículo que afirmar que una película de dibujos animados no nos gusta por la paleta de colores usada en el diseño. Cuando los árboles no nos dejan ver el bosque, es que hay demasiados prejuicios que nublan nuestra capacidad de crítica y autocrítica; y eso no es bueno. Que nadie me malinterprete, el mundo no termina porque a alguien no pueda ver más allá del pijama, ni se centre en el guión o en el mensaje o en la interpretación de los actores. Sencillamente dice algo de nosotros mismos y me sigo incluyendo.

Cuando somos capaces de deshacernos de nuestros propios prejuicios, ver el contexto y abrir nuestra mente a posibilidades nuevas, es entonces cuando estamos dando un paso hacia delante. Atrevernos a superar nuestros propios gustos y saltar nuestras limitaciones no está al alcance de todo el mundo.


La ciencia ficción, también la literatura fantástica y de ficción en general, ha logrado influenciar a nuestra sociedad generando auténticos iconos para este siglo en el que hemos entrado. Ya no podemos considerarlo bajo mi punto de vista un género menor. Entre muchas otras, esas escenas, personajes etc. podrían estar: hal, Vader, Klaatu, Orson Wells y su programa radiofónico, el mismo Alien y su pareja de baile Ridley, el inigualable Mazinger,

Llevamos más de una siglo de ciencia ficción y muchas de las ideas de los grandes profetas del género se han visto cumplido e incluso superadas. De las grandes obras de Jules Verne, a excepción de “Viaje al Centro de la Tierra”, me atrevería a decir que todas: “Viaje a la Luna”, “Veinte Mil Leguas de Viaje Submarino” y “La Vuelta al Mundo en Ochenta Días” (Que alguien me corrija, por favor, si ando equivocado). Si consideramos a Verne el precursor del género, podemos afirmar que el abuelo ha logrado anticiparse considerablemente al futuro. Aunque admito que con toda la sega de escritores con culebrones galácticos es difícil que lleguemos a ver un reflejo en nuestra sociedad, es más que probable que las ideas expresadas por distintos autores en películas y libros concretos sí lleguemos a verlas realizadas. No hace mucho me enteré de que la famosa teletransportación de Startrek estaba siendo investigada como algo al alcance de la humanidad y lo mismo con la tecnología de ocultación.


La imaginación puede abrir vías y caminos que muchos no somos capaces de imaginar – permítanme la redundancia. Cada vez que me hago más viejo y más tonto, sospecho que de no haber habido personas que hubieran idealizado un mundo mejor, probablemente todavía estaríamos en la edad media, viviendo dentro de una sociedad feudal en la que existiera una diferencia de clases perfectamente marcada. De hecho, hoy me negaría a vivir en un mundo donde la capacidad de ensoñación se hubiera perdido para siempre y qué es la ciencia ficción, sino la posibilidad de convertir tus historias en algo que trasciende la realidad. Mirar al horizonte y soñar no puede estar mal, al contrario, debiera ser el catalizador para despegarnos o desarraigarnos de muchos de nuestros prejuicios, problemas y frustraciones. Creo que el día que me di cuenta que me gustaba la ciencia ficción también pensé que envidaba a la gente que, dentro de tres cientos años, estaría repasando la historia de la humanidad que yo jamás llegaría a contemplar. Quizás Galielo, Verne, el mismo H.G. Wells sintieron cierta envidia de personas como yo que podrían contemplar un futuro que para ellos era lejano y para mí está a la vuelta de la esquina.

La ciencia ficción permite plantearse hipótesis y realidades que en el presente se nos antojan complicadas. Este género dispone de la virtud de adelantarse a situaciones que, tal vez, las personas de mente más estrecha no llegan a concebir y, disculpen mi atrevimiento no hago una crítica, constato una realidad. Permitid que exponga algún que otro ejemplo fácil.

Hace ciento cincuenta años, si alguien hubiera dibujado una sociedad en la que un tanto por ciento de hombres y mujeres vivieran sin estar casados por la iglesia, probablemente hubiera parecido sacrílego para muchos – aún puede serlo hoy. Tal vez un escritor de la época hubiera pensado que esa sociedad debiera de ser lasciva y dada al adulterio y la promiscuidad. Hoy vivimos en una sociedad que no es ni más ni menos activa sexualmente que hace ciento cincuenta años y las parejas que optan por no casarse, tampoco se montan orgías todos los domingos en vez de ira la iglesia. Con esto quiere ejemplificar que el soñador de aquella época pudiera haber planteado un reto a su imaginación y hoy, nosotros, tendríamos el placer de corroborar y/o contrastar tales hipótesis.

Hace algunos años vi una película de los años treinta en que imaginaban la sociedad del año mil novecientos ochenta y cuatro – ha llovido. Bien, pues en ese boceto de sociedad las parejas que decidían tener un niño se acercaban a una especie de cabina de teléfonos, introducían unos datos y, al abrir una trampilla, aparecía un bebe de pocos meses. Todo en menos de dos minutos. Me hizo gracia porque me pareció ingenuo. En el fondo, la metáfora no me parece hoy tan descabellada, cuando la tecnología nos está sugiriendo que podremos decidir sobre el sexo del niño y algunos rasgos biológicos. De hecho, la fecundación “in vitro” es algo que no podía contemplarse hace noventa años y hoy podemos ser padres y madres sin necesidad de parir, puesto que existen – dentro de unos límites legales, -- las madres de alquiler.


La ciencia ficción también nos ha dotado de una cultura especial y, a ello, no sólo se deben los avances tecnológicos, sino también los avances en educación. Tengo la teoría de que, si bien la imaginación es algo acultural e intemporal, la formación académica ayuda mucho para la difusión de este género en concreto. Cuanto más leemos, más estudiamos, nuestros esquemas imaginativos dentro de la mente se vuelven más complejos. No dispongo de pruebas, insisto que se trata de una teoría mía. Sospecho que los grandes logros en materia educacional han creado también una buena base receptiva a este género. En mi visión personal, siempre he ligado la ciencia ficción con el desarrollo de sociedades y el reflejo de éstas en el futuro. Nunca necesité que la definición del género me lo corroborara, porque no puede ser de otro modo; no puedo concebirlo de forma distinta. La ciencia ficción se centra en la especulación sobre la sociedad y el individuo y los efectos que conlleva la tecnología sobre ellos. Hay mucho de especulación sociología, de antropología y tecnología salpicado con dosis de esoterismo y adivinación.

Para mí es el género perfecto para hombres y mujeres de ciencia, ya que permite que reflexionen sobre aspectos antropológicos y sociales (más humanos) que pueden tener ciertas situaciones y, también el género perfecto para los de letras, ya que estimula la imaginación y les acerca a un mundo más científico. Admito que, ahora, estoy hablando del tipo de ciencia ficción con la que más disfruto yo, no con la ciencia ficción comercial que vemos muchas veces en las películas o la televisión.


La ciencia ficción como género no debe ser la excusa para vomitar cientos de ideas y plasmarlas en papel o en películas. Si alguien cree eso, es que de verdad no aprecia ni el cine ni la literatura, sólo las ve como una mera forma de entretnimiento. La ciencia ficción literaria no puede desentenderse de una serie de reglas, como el tema, la cohesión del texto, la estética etc. Es más, todos aquellos que no siguen las normas elementales de escritura en libros, rara vez suelen destacar. En el género literario, la ciencia ficción plantea temas universales como el amor, la superación, los deseos de libertad y un millón de etcéteras. Algo similar y pasado por el filtro del séptimo arte sucede en el cine. Últimamente han surgido películas que priman los efectos visuales sobre el contenido y, no nos engañemos, todas han pasado como lo que son; intentos de dar taquillazos. En cambio, muchas otras películas modestas han sorprendido no tanto por los efectos especiales, sino por el uso apropiado del género y esto tampoco ha impedido que hayan hecho una buena recaudación, ni hayan satisfecho a los críticos más exigentes.

Debo dar la razón a muchos que desconfían de todo aquellos que valora la forma por encima del contenido. Especialmente, en estos días de borrachera tecnológica en que es más barato producir efectos especiales de calidad. Aunque no seamos hipócritas, realizar efectos de calidad no implica que la película sea buena. El binomio efectos especiales y ciencia ficción se está llevando a unos extremos que empalagan, por mucho que llenen salas de cine. Por tanto, asociar la ciencia ficción como caldo de películas que priman la forma sobre el mensaje; también sería de gente con mirada estrecha. Veamos más allá del pijama.


Retomando, de nuevo la pregunta del principio; ¿Para qué sirve la ciencia ficción? Deseo haber hecho una aclaración rotunda. Para hoy, para nuestro día a día particular no sirve de mucho, no nos hace mejores ni peores personas, ni más ricos ni más pobres. La ciencia ficción posee, eso sí, ese pequeño encanto de la humanidad, luchando por ofrecer una perspectiva que nos ilumine sobre el tipo de sociedad en la que queremos convertirnos o de la que queremos huir. La ciencia ficción puede ser el trampolín para reflexionar sobre muchos de los valores que deseamos que se transmitan tras nuestra muerte, o sólo el reflejo de aquello que no queremos que sea. Siempre he creído, en mi ingenuidad, que no existe mejor género para intentar cambiar el futuro o, al menos, para intentar sembrar en él nuestras creencias. Si no nos apasiona el futuro, ¿Cómo podemos disfrutar del presente?